El poder del pensamiento en positivo
¿El vaso medio lleno o medio vacÃo? La mente es demasiado poderosa como para minimizar el efecto de nuestras ideas e intenciones sobre la realidad. De cómo y por qué aquello que pensamos determina en gran parte lo que nos sucede.
Atrévase: el artÃculo que usted comienza a leer sólo trae buenas noticias. En lÃnea paralela con los escépticos, los trágicos, los eternos derrotados y aun los nihilistas –aunque sin malgastar energÃas en el enfrentamiento–, hay mucha gente en el mundo convencida de que todos podemos pensar en positivo y que esto nos conducirá, inevitablemente, a una mejor calidad de vida.
“El optimismo es aprendido –asegura Andrés López Pell, psicólogo, director de la Fundación para la Salud y la Educación (Funsaled) y autor de investigaciones sobre el tema–. Por lo tanto, se mejora a través de distintos recursos, entre ellos, la psicoterapia. Se puede traer un bagaje genético que marque una tendencia o la influencia de aspectos de crianza, pero todo es modificable. El optimismo no es ingenuidad ni fantasÃa: es un conjunto de expectativas respecto del futuro que nos permite interpretar verazmente la realidad. Si la canoa se está hundiendo, se está hundiendo. El punto es no llorar, sino intentar nadar (o aplicar otro recurso, que siempre existen) para ponerse a salvo.”
Hugo Hirsch, director del Centro Privado de Psicoterapias (CPP), dice que ver el vaso medio lleno o medio vacÃo no es otra cosa que un hábito, y que un hábito es algo que podemos cambiar. “Se puede aprender a ver lo positivo de cada situación –dice Hirsch, un psicoterapeuta de larga trayectoria–. Hay personas que lo logran más fácilmente que otras; existen aquellos que lo hacen naturalmente, pero todos podemos entrenarlo por medio de distintos métodos, por ejemplo, la autoconciencia y el autoconocimiento, aprendiendo a identificar pensamientos negativos y cuestionándolos. Si tenemos en claro la propensión hacia el pensamiento negativo, somos conscientes de la dificultad para ver lo positivo. Es un buen inicio.”
La búsqueda del bienestar (o de la felicidad) es una meta que parece haber nacido con el ser humano. Tema filosófico por excelencia –desde los griegos, primer escalón reflexivo de la cultura occidental, distintas escuelas y corrientes sumaron aportes sobre el tema–, su status cientÃfico fue sin embargo bastante relegado: hasta podrÃa decirse que ciertas disciplinas arrojaron la propensión humana al bienestar o la felicidad a la estanterÃa de los temas menores.
Beatriz Vera Poseck, licenciada en psicologÃa por la Universidad Complutense de Madrid, escribe que durante muchos años la psicologÃa se centró exclusivamente en el estudio de la patologÃa y las debilidades del ser humano, y que esta perspectiva la convirtió en algo asà como una “ciencia de la victimologÃa”, como si el estudio de la “parte positiva” de la existencia humana no tuviera (casi) sentido.
Sin embargo, cuando, en 1998, asumió como presidente de la Asociación Americana de PsicologÃa, el psicólogo estadounidense Martin E. P. Seligman, nacido el 12 de agosto de 1942 en Albany, dio un contundente giro al estado de las cosas. NacÃa asà la psicologÃa positiva.
Un golpe de timón
“Después de 25 años de estudiar la depresión, Seligman dijo basta –explica Hugo Hirsch–. Entonces comenzó a preguntarse por qué habÃa muchos que, en lugar de deprimirse, eran o intentaban ser felices. Advirtió que desde fines de la Segunda Guerra Mundial, o quizás antes, todas las disciplinas vinculadas con la salud mental se habÃan ocupado únicamente de lo que andaba mal, de recuperar lo roto, por decirlo de alguna manera, pero poco y nada se habÃa investigado para trabajar con lo bueno.”
Hirsch plantea que la psicologÃa positiva se orienta al hallazgo empÃrico de aquellos elementos que contribuyen al bienestar, la felicidad, la realización personal. “Por ejemplo –enumera–, las caracterÃsticas familiares que tienen aquellos hogares con niños más sanos, o cómo incide el sentimiento de esperanza en el proceso de curación de las enfermedades. No es una escuela, no hay un único modelo, lo que sà existe es una búsqueda de investigaciones cientÃficas que demuestren cómo es posible que alguien desarrolle una virtud. Se parte de un supuesto: que podemos ser felices, y se busca identificar factores que conduzcan a eso y producir material cientÃfico con evidencia empÃrica que permita que cualquiera los utilice. Por ejemplo, está demostrado cientÃficamente que la actividad fÃsica regular mejora el estado de ánimo. Es bien práctico; la información les sirve tanto al profesional de la salud como al lego. Es una reacción al énfasis de más de 50 años de búsqueda de solución de la patologÃa: más que identificar debilidades se busca señalar fortalezas y trabajar sobre ellas. Y es más probable que se consigan resultados trabajando sobre fortalezas que sobre debilidades.”
Todo ser humano (sÃ, cada una de las personas que habitan este planeta) tiene un conjunto de fortalezas personales según Seligman: curiosidad, amor por el conocimiento, pensamiento crÃtico, ingenio, perspectiva, valentÃa, perseverancia, honestidad, vitalidad, amor (capacidad de amar y ser amado), generosidad, distintos tipos de inteligencia, sentido de la justicia, capacidad de liderazgo, don de perdonar, modestia, prudencia, autocontrol, aptitud para apreciar la belleza, disposición para agradecer, optimismo, sentido del humor, espiritualidad.
Y en tanto los tratamientos psicológicos habitualmente se focalizan directamente sobre los problemas que aquejan a la persona, Seligman postula que la psicoterapia positiva es una “estrategia de amortiguación”, en la que el diálogo con el terapeuta se centra en incrementar las emociones positivas, las fortalezas, en lugar de las carencias. Accediendo a la página web del instituto que dirige, es posible conocer este conjunto de cualidades, además de (previa registración, totalmente gratuita) tomarse autotest y trabajar sobre ellas (http://www.authentichappiness.sas.upenn.edu/questionnaires.aspx).
“Pero la psicologÃa positiva se vincula también con el concepto de resiliencia –agrega Hugo Hirsch–, que ha sido tomado de la fÃsica, y es la capacidad de los materiales de regresar a su estado inicial aunque hayan sido completamente alterados. Pero si lo utilizamos en psicologÃa o en cualquier otra ciencia humana, resiliencia quiere decir más que eso, y es, por ejemplo, la capacidad que muestran las personas, por caso muchos niños, para atravesar circunstancias por demás difÃciles o trágicas y salir fortalecidos de eso. Todos estos años aprendimos mucho sobre factores de riesgo. Sin embargo, olvidamos que un factor de riesgo no es necesariamente una condena.”
Pensar, un arma poderosa
¿De qué se nutre un pensamiento? Según Andrés López Pell, “lo que se cree de las cosas es muchas veces una idea infundada que se adquirió a lo largo de la vida sin saber bien ni cuándo ni cómo, y que probablemente nunca haya sido sometida a un análisis racional. Seligman afirma que a menudo muchas de las creencias son prejuicios y, por lo tanto, sumamente inútiles. La indicación es tomar distancia de las explicaciones pesimistas, al menos hasta verificar su certeza”.
El método propuesto por el creador de la psicologÃa positiva consiste en un diálogo interno con uno mismo que permite discutir (sin intermediarios) acerca de la evidencia, las alternativas, las implicaciones y la utilidad de la creencia pesimista que la persona presenta y que habitualmente es un obstáculo para su propio bienestar. “Uno tiene que actuar como un detective, buscando evidencias de esa creencia”, ironiza López Pell. “Aunque se obtengan pruebas que apoyen esa creencia –agrega el psicólogo–, generalmente la realidad estará a favor de rebatirla porque las ideas pesimistas tienen un punto débil: suelen exagerar algún aspecto de la realidad y los hechos pueden poner de manifiesto esas distorsiones, generalmente asociadas a explicaciones catastróficas. Los acontecimientos son siempre multideterminados, y las personas pesimistas suelen aferrarse a las explicaciones más negativas; por eso, la tarea consiste en desechar esa costumbre destructiva y habituarse a generar pensamientos más realistas y lógicos.”
Hirsch explica que lo tÃpico del pensamiento pesimista, según Seligman, es considerar: “Lo que me pasa de malo es lo único que me pasa, abarca toda mi vida, va a durar para siempre y yo soy responsable o culpable de eso”.
¿Y cómo garantizar que la influencia de los aspectos inconscientes no atenten contra la intención de modificar nuestros patrones negativos de pensamiento? “Durante mucho tiempo –explica Hugo Hirsch– se puso tanto énfasis en lo inconsciente que les hemos restado demasiada importancia a los aspectos conscientes, que son los voluntarios. Pensar en términos positivos nos dispone a que algo salga razonablemente bien. Podemos ampliar nuestro margen de conciencia perfectamente. La felicidad depende más de desarrollar ese margen y, con esa conciencia, hacer algo. Porque de poco o nada sirve entender y entenderse sin autogestión: el autoconocimiento sin autogestión no sirve para nada. Tengo que conocer mis recursos, pero también saber cómo administrarlos.”
Más sanos, más longevos
Diversos estudios cientÃficos demuestran que de la mano del pensamiento positivo se suma mejor salud fÃsica y emocional. Andrés López Pell explica que una investigación realizada entre pacientes de la institución que dirige junto a Alexis Kasansew reveló que aquellos que habÃan incrementado su nivel de optimismo sufrÃan menos somatizaciones: malestar estomacal, taquicardia, náuseas, sensación de ahogo: “Toda la sintomatologÃa que corresponde al estilo somático –dice López Pell–. Estas personas suelen ser más pesimistas, tienen peores expectativas sobre el futuro; responden al tipo de gente que cuando se divorcia, por ejemplo, cree que estará solo para siempre y, de ese modo, genera un cÃrculo vicioso, una autoprofecÃa que posiblemente se cumplirá”.
Pensar en positivo también nos hace más longevos. Un estudio de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, encabezado por la doctora Becca Levy y realizado durante varias décadas sobre más de 600 personas mayores de 50 años, demostró que aquellos con una disposición más positiva hacia el envejecimiento vivÃan más tiempo (hasta un promedio de 7,5 años) y libres de enfermedades tÃpicamente asociadas a la vejez.
En este sentido, la doctora Martina Casullo, directora del Departamento de PsicologÃa de la Universidad de Palermo, profesora emérita de la UBA e investigadora principal del Conicet, dice que a menudo hacemos una asociación inmediata entre la vejez y el deterioro, “cuando también puede ser sinónimo de sabidurÃa; ¿por qué no mirarla también de esta manera?”.
Casullo coordinó durante los dos últimos años el 1º y el 2º Encuentro Iberoamericano de PsicologÃa Positiva en nuestra ciudad, organizado por la Universidad de Palermo, y que contó con la asistencia de más de un centenar de especialistas de todo el continente. “Seligman envió a un delegado, James Pawelski, que es hispanohablante, para que asistiera a la reunión de este año–comenta la psicóloga, sin disimular su entusiasmo– y el año pasado él mismo prologó la edición especial de la revista Psicodebate, que edita la Universidad, dedicada completamente a artÃculos sobre psicologÃa positiva.” (Psicodebate 7, revista de PsicologÃa, Cultura y Sociedad de la Universidad de Palermo, Buenos Aires, 2006).
La especialidad del planteo no radica en lo “novedoso” de las ideas: el propio Martin Seligman dice que la psicologÃa positiva no descubre nada nuevo en realidad, nada muy diferente de lo que el sentido común nos puede enseñar.
Temas olvidados
Martina Casullo plantea que en este inicio del siglo hay dos ejes que dominan el ambiente de la reflexión sobre la condición humana. “Uno es el respeto al aporte de las neurociencias –dice la psicóloga– y otro, el enfoque sociocultural. Hoy está demostrado que el medio ambiente no es sólo estresor y negativo, sino que también puede influir positivamente en el individuo. La psicologÃa positiva de hace eco de este espÃritu de época y recupera temas que han sido olvidados a pesar de que tienen una importancia central en el
bienestar de las personas: entre éstos, los valores, que constituyen en buena parte el capital psÃquico del sujeto y que lo ayudan a buscar el bienestar a partir de sus posibilidades, de sus propios recursos. Si se trabaja desde allÃ, es posible que las expectativas sean más reales para cada uno de nosotros y enfrentemos menos frustraciones.”
Casullo dice que un tema al que la psicologÃa positiva da especial énfasis es la capacidad de perdonar. “Y no hablamos del perdón como sinónimo de reconciliación, o de anular la demanda ante una ofensa o un delito. Es, en realidad, un trabajo de autoperdón para lograr que la propia persona no se sienta culpable. El desarrollo de la capacidad de perdonar deberÃa integrar programas de promoción y prevención de la salud, porque son muchas las personas que podrÃan beneficiarse si tuvieran la posiblidad de hablar y reflexionar sobre el tema.”
La psicologÃa positiva también enfoca su mirada hacia la influencia que tienen aspectos tales como la religiosidad, la vida cultural, la gratitud, el sentido del humor y la autoestima, o las estrategias puestas en marcha frente a los duelos, en la calidad de vida de los colectivos sociales, y ocupa buena parte de las investigaciones el estudio de cómo poblaciones de alto riesgo logran enfrentar (y superar) las negativas condiciones de vida que les tocan, es decir, la resiliencia.
Martina Casullo comenta que el enfoque de la psicologÃa positiva tiene especial aceptación entre sectores medios y bajos, “por la necesidad concreta de sobrevivir en ambientes más adversos –reflexiona–. Por ahora, para sectores más ligados a lo intelectual no se trata de un pensamiento de primera lÃnea… Se lo ve facilista o simplista, se lo asocia a la new age sin tener en cuenta que se gestó y se está desarrollando en ámbitos académicos y cientÃficos, y tampoco se tiene en cuenta lo más importante: que contempla temas esenciales de la vida, que recupera lo mejor de la psicologÃa humanÃstica y existencial y de la psicologÃa social”.
El secreto radica, todo parece, en desarrollar recursos que apunten a la prevención y que permitan que cada persona enfrente mejor y más dotada con sus recursos, reconociéndolos, su propio proyecto de vida.
“El balance de lo que se hizo durante el siglo XX es negativo –dice Martina Casullo, ensayando una sonrisa que oscila entre el realismo más cruel y la tÃmida esperanza–. No hacen falta ni más resentimientos y ni más broncas. Tenemos que tener un propósito, y este enfoque puede ayudarnos a ir tras él.”
Por Gabriela Navarra
La paradoja de Seligman
Parece mentira, pero el hombre que firmó el acta fundacional de la psicologÃa positiva pasó más de la mitad de su vida estudiando la depresión: Martin E. Seligman, director del Centro de PsicologÃa Positiva de la Universidad de Pensilvania, EE.UU, desafió a sus colegas y, tras haber sido nombrado presidente de la Asociación Americana de PsiquiatrÃa, en 1998, destinó todos sus esfuerzos al desarrollo de una tendencia que algunos ya consideran escuela y que, aseguran, gana adeptos dÃa a dÃa.
“Seligman pasó muchos años de su vida estudiando cómo las personas que sufren depresión llegaban a un estado que llaman de desamparo aprendido y que consiste básicamente en considerar que no tienen ninguna alternativa viable para cambiar esa situación –explica Andrés López Pell–. En determinado momento, invirtió sus preguntas y comenzó a buscar respuestas acerca de cómo existÃan sujetos que, aun sometidos a los peores estresores y situaciones difÃciles, siempre eran capaces de salir adelante.
Seligman fue uno de los primeros investigadores en demostrar, por ejemplo, que, alcanzado cierto nivel mÃnimo que garantice la cobertura de las necesidades básicas, tener mayor dinero no es un pasaporte hacia la felicidad. Y de esto, fundamenta, dan fe los estudios sobre la depresión en sociedades económicamente desarrolladas y opulentas.
Seligman plantea que existen tres tipos de felicidad, aplicados a tres niveles de vida diferentes: “La vida placentera, la vida buena y la vida con sentido –dice–. Para alcanzar el primer tipo de felicidad debemos intentar disfrutar de los mayores placeres posibles y echar mano de métodos que nos permitan saborearlos y disfrutarlos mejor: compartirlos con los demás, aprender a describirlos y recordarlos, y usar técnicas como la meditación para ser más conscientes de esos placeres. El segundo nivel, mucho menos superficial y pasajero, es lo que Aristóteles llamó eudaimonia y que ahora denominamos flow, o estado de flujo, y que consiste en encontrar las propias virtudes y los talentos, y ponerlos a nuestro servicio, viviendo experiencias que nos dejen absortos, fuera del tiempo. Finalmente, la vida con sentido supone encontrar alguna causa, motivo o tarea más grande que uno mismo, estar el servicio de los demás de alguna forma, y es la que permite una felicidad más profunda y duradera.â€
Para pensar en positivo
Tener en cuenta estas claves pueden ayudar a reformular nuestra forma de sentir, pensar y actuar.
1.- Evitar las ideas del tipo “todo o nadaâ€. La realidad no es “blanco y negro†o “buena o malaâ€. Si pensamos en esos términos, somos rÃgidos y no damos lugar a matices o puntos de vista.
2.- No generalizar demasiado. Alguien mintió o no acudió a la cita, pero eso no significa que ocurra en todos los casos. Conclusiones que comiencen con “siempre†o “nunca†suelen conducir a exageraciones.
3.- No focalizar en el peor detalle. Las situaciones tienen distintos puntos de vista. Si elegimos centrarnos en lo peor, todo se verá mal. Por ejemplo, dar más importancia a crÃticas que a elogios.
4.- No minimizar lo bueno. Siempre hay algo positivo para destacar. Si lo pasamos por alto o lo desvalorizamos, perdemos la oportunidad de apreciar sus ventajas.
5.- Por menos o por más. Nos equivocamos tanto cuando exageramos la importancia de un problema como cuando minimizamos nuestras capacidades para afrontarlo.
6.- Evitar las predicciones. Ante indicios confusos o que nos despiertan ansiedad, anticipamos la peor conclusión. Pensar que algo saldrá mal incide en su resultado.
7.- Decir “no†a las suposiciones. En nuestra comunicación cotidiana es frecuente que creamos que otro (amigo, pareja, compañero) piensa o siente de un modo. ¿Cómo sabemos que es as� Preguntar es mejor que suponer.
8.- Huir de la victimización. Frases o sentimientos como “¿por qué me toca siempre a m�†o “siempre tengo mala suerte†o “¿por qué a los otros sà y a mà no?†nos alejan de la responsabilidad sobre nuestros actos.
9.- No poner ni ponernos etiquetas. Al equivocarnos, no toda nuestra persona merece ser descalificada; y algo similar ocurre cuando otros cometen errores. No es lo mismo decir “esto lo hice†que “soy un tontoâ€. Pero atención: tampoco responsabilizar a los demás por errores propios.
10.- Poner lÃmites a la propia responsabilidad. Si nos creemos responsables de cada problema (una separación, un hijo que desaprueba, etc.) sólo sentiremos culpa. Esta idea, sin embargo, oculta otra, más negativa aún: creer que todo está bajo nuestro control.
Lucha siempre
Me ha ocurrido muchas veces que he dejado a un amigo o conocido en condiciones desastrosas, ya de salud, económicas o de trabajo. Y me he preguntado con miedo cómo habrÃa hecho para resistir, en qué habrÃa acabado su situación. Y muchas veces, reencontrándolo después de años, he descubierto que estaba bien, alegre, lleno de vida, con una nueva actividad, a veces con una nueva esposa o un nuevo marido. Y he entendido que, en realidad, no podemos decir que la vida de una persona está acabada, porque todos poseemos enormes capacidades que no utilizamos y la vida siempre nos ofrece una nueva oportunidad, antes impensable. Pero se ponen en juego cosas muy profundas. Cuando estás duramente derrotado, o cuando enfrentas una enfermedad mortal, te alejas de la realidad, te repliegas en ti mismo; es un poco como su estuvieras muerto. Y cuando te recuperas, cuando te curas, es como si te fuese dada una segunda vida, y te invade un deseo febril de hacer, de tener nuevas experiencias. Un amigo mÃo, que se recuperó de un tumor considerado incurable, se compró un bellÃsimo barco con el que sale a navegar por el Mediterráneo. Otro ha escrito un libro que ha tenido un éxito inesperado. Una amiga se ha hecho famosa haciendo publicidad, otra ha adoptado un niño, una tercera simplemente se ha dedicado a gozar de las cosas bellas: un baño en el mar, su jardÃn, un viaje, una fiesta, y cuando hablas con ella te serena. Por eso nunca hay que decir : “No hay nada que hacerâ€; “qué se le va a hacer, no puedo tener hijosâ€; “qué se le va a hacer, no me graduéâ€; “qué se le va a hacer, me llegó la menopausiaâ€; “qué se le va a hacer, estoy jubiladoâ€. No tiene sentido: es como decir “qué se le va a hacer, se terminó la liquidaciónâ€. Si la liquidación se terminó, hay otras infinitas posibilidades de compras. Y no hay que perder tiempo en lamentarse de no tener más esto o aquello, ni de rumiar nuestros errores o las maldades que han cometido los demás. Errores cometemos todos y todos padecemos las maldades ajenas. No se trata de ser optimista solamente: tenemos que hacer las cosas que nos gustan, que nos estimulan, e ignorar las demás. No hables con los que te resultan antipáticos, con los que te irritan, y no veas pelÃculas que no te interesan; evita los programas de televisión que te fastidian. Y si encuentras algo que realmente tiene valor, lucha por realizarlo. Debes estar tan vivo a los noventa años como a los veinte. Y lucha sin miedo, con placer, con el gusto de hacer algo como si fuera una competencia de esquÃ, o de tenis o una maratón.
Por Francesco Alberoni
El arte de fluir
En el libro Pensamiento positivo (RBA Libros), Miriam Subirana y Ramón Ribalta explican que la modificación de viejos hábitos o creencias es la clave para transformar nuestros patrones de pensamiento. Las motivaciones, las visualizaciones, las afirmaciones positivas y la meditación, definida como “el poder del pensamiento concentradoâ€, son buenas herramientas. La meditación, desafÃan sus adeptos, no tiene nada de complicado. Se puede comenzar repitiendo palabras sencillas (“amorâ€, “pazâ€, “luzâ€), en voz alta o en silencio, durante lapsos de 10 a 20 minutos, en lugar y situación tranquilos, cómodamente ubicados, respirando en forma pausada y consciente. El fenómeno está lo suficientemente estudiado y los resultados son contundentes: por derecho y por revés, meditar hace bien.
Subirana y Ribalta dan ejemplos de pensamientos innecesarios (generalmente referidos al pasado; por ejemplo: “Si hubiera estado ahà no habrÃa sucedido esa desgraciaâ€), negativos (del tipo “todo va a salir malâ€), y en tanto dicen que esta clase de pensamientos –más allá de la razón que uno tenga acerca de lo que expresan– nos vuelven perdedores porque estimulan un estado de “polución mentalâ€, un pensamiento positivo, por sencillo que sea, siempre genera un beneficio… y no daña a nadie.
Simon Reynolds, en Mejor que el chocolate (Ed. V&R), enumera 50 técnicas para ser más felices: registrar qué cosas nos hacen bien, practicar actividad fÃsica, ser disciplinados, agradecer, reÃr, dormir mejor, tener metas altas, cultivar la amistad, no hacer del dinero la prioridad de la vida, expresar el cariño, mantenernos ocupados, tener un propósito vital. Reynolds explica el concepto de “fluir†(flow), introducido por el psicólogo de origen húngaro (y apellido impronunciable) Mihaly Csikszentmihalyi, uno de los aportes más importantes para explicar las claves del disfrute. El fluir consiste en realizar una actividad con cierto nivel de complejidad, ver claramente que avanzamos en ella, usar en eso toda nuestra concentración, y sentir que tenemos el control.
Los expertos aseguran que cuanto más “fluimos†más felices somos. ¿Y cómo?
El propio Martin Seligman da ejemplos de fluir. Dice que él es jugador de bridge, un entretenimiento muy común entre los estadounidenses mayores. “El promedio de edad de quienes participan en los torneos es de 70 años, una época de la vida en que es frecuente sentir dolores y molestias fÃsicas –reflexiona–. Sin embargo, ninguno de ellos se queja de nada mientras juega. Están completamente absortos en lo que hacen, se olvidan de todo.â€
El propio bienestar
En 1984, el psicólogo Edward Diener, de la Universidad de Illinois, EE.UU, elaboró una escala de medición del propio bienestar.
Sólo lleva unos minutos y puede orientarnos acerca de cuán conformes (o no) estamos con nuestra propia vida. A continuación, cinco afirmaciones con las que puede estar de acuerdo o no.
Utilizando esta escala de 1 a 7 indique su grado de acuerdo con cada frase colocando a continuación de ella el número apropiado.
1. En total desacuerdo
2. En desacuerdo
3. Ligeramente en desacuerdo
4. Ni de acuerdo ni en desacuerdo
5. Ligeramente de acuerdo
6. De acuerdo
7. Totalmente de acuerdo
a) En la mayor parte de los aspectos, mi vida está próxima de mi ideal
b) Las condiciones de mi vida son excelentes
c) Estoy satisfecho/a con mi vida
d) En gran parte, he logrado las cosas importantes que querÃa en la vida
e) Si pudiera vivir mi vida otra vez, no cambiarÃa casi nada de ella
Puntuaciones:
31 a 35: extremadamente satisfecho con su vida
26 a 30: muy satisfecho
21 a 25: ligeramente satisfecho
20: punto neutral
15 a 19: ligeramente insatisfecho
10 a 14: insatisfecho
0 a 9: extremadamente insatisfecho
Fuente: La Nación
Links Relacionados:
www.thehappinessinstitute.com
www.cpp.com.ar
http://www.authentichappiness.sas.upenn.edu
http://resilnet.uiuc.edu/espanol
www.funsaled.org.ar
www.psicologia-positiva.com
buenosaires@ar.bkwsu.org (Universidad Espiritual Mundial Brama Kumaris, sede local)